Un músico toca un instrumento. Un adorador toca el corazón de Dios.
La verdadera adoración es vivir una vida absolutamente
centrada en Dios, obedecerle, hacer Su Voluntad en todo, que todo lo que
hagamos sea para agradarlo a Él, tener un corazón agradecido hacia Él todo el
tiempo. Es hacia ella que necesitamos
tender todo el tiempo, es crecer en ello lo que necesita ser nuestro enfoque
primordial de vida (Jn 4:23-24).
Aunque la adoración incluye el canto y la música, ni solo
ellos son adoración, ni todo lo que cantamos y tocamos lo es.
La adoración es buscar a nuestro Dios y Padre en toda Su
gloria, en toda Su esencia. No es buscar
sus bendiciones (que vendrán por añadidura) sino buscar Su Persona (Amo 5:4).
Adoración es darle a nuestro Dios y Padre la prioridad en
todo lo que hacemos. (Col 3:22-24).
Adoración es obedecerle a Dios en todo momento y en toda
circunstancia (1 Ped 1:13-18).
Adoración es estar agradecido con Dios todo el tiempo y por
todas las cosas porque todo obra para bien de los que le amamos (Rom 8:28-29).
Adoración es hacer la voluntad de Dios en todo (Mat 7:21).
La adoración es cambiar el eje de mi vida de lo que quiero
a lo que Dios quiere. Es quitar mis ojos
de mi y ponerlos en Él en toda circunstancia (Jn 3:30).
La adoración es un proceso gradual de crecimiento de morir
a mi mismo para que Él, real, genuina y verdaderamente viva y se manifieste en
mi (Jn 3:30).
No hay servicio más alto o importante que podamos hacer por
Dios que adorarle (Jn 4:23-24) en la hermosura de Su Santidad (Sal 29.2).
La más alta o importante ocupación que el ser humano puede
tener en su vida es cumplir el deseo y la voluntad de Dios en todo; ello es
adoración (Jn 4:23-24).
La meta más alta o importante en la vida de cada ser humano
es la de pasar de la adoración ocasional a la adoración permanente, de la
adoración intermitente a la permanente (Jn 4:23-24).
La adoración es quitar mi mirada de lo terrenal y temporal
y ponerla en lo celestial y eterno, en mi Dios y Padre (Col 3:2).
Adoración es ver lo circunstancial, lo temporal, lo
terrenal, a través de los ojos de Dios (Heb 11:1, Heb 11:3, 1 Cor 13:4-8).
Adoración es decirle a Dios, no lo que yo quiero, sino
preguntarle a Él lo que Él quiere que yo haga (Hch 9:6).
La cantidad, calidad e intensidad de mi adoración refleja
la cantidad, calidad e intensidad de mi relación con mi Padre y mi convicción
acerca de mi destino final.
Si la eternidad no es mi perspectiva final para todas las
cosas (o la mayoría por lo menos) aún soy terrenal (mayoritariamente). Necesito seguir muriendo a mi mismo
contantemente (Jn 3:30, Col 3:2, Mat 16:24).
Ser salvo y ser un adorador no es lo mismo. El salvo ha tenido un encuentro con la gracia
y la misericordia de Dios; el adorador ha tenido un encuentro con el Dios de la
gracia y la misericordia.
Un adorador ve a Dios en medio de todas las circunstancias
de su vida.
La adoración es un encuentro con la majestuosa presencia de
nuestro Dios y Padre.
Hoy el interés es más el de adorar a Dios a nuestra manera
(emocionalismo) en lugar de la manera como Él quiere que le adoremos
(obediencia) (Prov 16:25, Prov 3:5-8).
Los juicios de Dios a Israel y Judá que os describen los
profetas fueron porque su adoración era incorrecta: era ritualmente correcta
pero sin la actitud del corazón y de vida adecuada (procurar la obediencia
siempre, en todo) (Prov 16:25).
Obediencia es adoración, no asistencia, ni ritualismo, ni
forma, ni emoción. "Porque me dicen
Señor (o me adoran como Señor) y no me obedecen_" (Luc 6:46, Mat 7:24-27).
La
verdadera adoración se refleja en un estilo de vida permanente, 24 horas al
día, que agrada a Dios La verdadera adoración es una vida consagrada al máximo
al Señor, que todo lo hace para El, en obediencia a El, en todo tiempo, en todo
lugar (Jn 4:23, Col 3:22-24).
Música
y/o canto puede hacer cualquier persona con un poco de talento, pero adoración
solo aquellos cuyo corazón está arrepentido y humillado delante de Dios y le
aman y agradecen con todo su corazón. Y fuimos llamados a ser adoradores, no a
hacer música ni canciones.
La
alabanza es el reconocimiento agradecido a Dios por lo que El hace, en tanto
que la adoración es el reconocimiento que le damos a El por quién El es, y como
resultado de ello, cuando la adoración es genuina, desemboca en una rendición y
consagración total a El en todas las áreas de la vida y en todos los
instantes.
Sin
un corazón agradecido no puede haber verdadera alabanza ni verdadera
adoración.
Alabar
y adorar es nuestro supremo lenguaje de amor a Dios.
Hay
dos tipos de alabanza y adoración: la que hacemos eventualmente, y la que se
convierte en un estilo de vida continuo (Su alabanza estará de continuo en mi
boca, en todo tiempo alabaré a Jehová, Sal 34:1, Jn 4:23).
Las
maravillas de la naturaleza que nos rodean (clima, geografía, flora, fauna,
etc.), deberían precipitar nuestra alabanza al Dios Todopoderoso que la diseño
e hizo para nosotros, y que además de ello, es nuestro Padre.
Nuestro
trabajo es alabar a Dios, no a nosotros mismos.
El
poder de Dios es razón más que suficiente para alabarlo.
Nuestro
objetivo en la vida: honrar a Jesucristo en todo lo que hacemos. Ello es lo mismo que ser un adorador en
Espíritu y en Verdad: en todo tiempo y lugar.
- Exo 19:6: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa.”
- Jn 4:23: “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en Espíritu y en Verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.”
- Sal 37:4. “Deléitate en Jehová y El te concederá las peticiones de tu corazón.”
Ninguna persona tiene la capacidad de llevarnos a la presencia de Dios, solo la Sangre de Cristo. Démosle la gloria a Quién le pertenece (del muro de Doris Caballeros).